Un gran amigo de Logroño y que influyo en mi concienciación social cuando era un adolescente, me ha enviado un texto, que he querido compartir con todos vosotros.
Esta vez solo he tenido que hacer la ilustración para acompañar lo que tan magistralmente has escrito. Gracias Ricardo.
Salut
FERnando
VENTANA A LA CALLE
Ricardo Romanos
Tendría que escribiros hoy del niño muerto, de ese pequeño y
azulado cadáver varado como un cuatro roto en esa playa sucia y desdichada, sí.
Como en la fotografía, ¿lo veis bien? Y lirificaros el retrato por la cosa de
las tragaderas. Sí, componeros aquí unos versos idiotas, algodonosas cursiladas
de poetastro modernista empezando por algo así como “Ay frágil cuerpecillo
acariciado por las olitas de la muerte, pececillo celeste, pelillos a la mar, qué
mala suerte”, para tratar de conmover vuestros corazones de plástico y coltán,
provocaros siquiera un ¡ay! o un ¡oh! en vuestras exhalaciones de aire
acondicionado y soltaros cuando menos una lagrimilla mientras os tomáis el bocadito
con anchoas –otra vuelta al mar- de la mañana. Un clínex por favor, mamá. Pero
no, no puedo, no me sale de los cuajos del alma. Qué cosas, hay que ver como se
ablandan los espíritus sutiles con la poesía, los atardeceres marinos y los cadáveres
de los niños ahogados, qué buenos somos todos. Y sin embargo, uno puede estar
empapuzándose de sopa de fideos tranquilamente, es más, babeando ante la visión
de ese solomillo a la pimienta que aguarda mientras observa en la tele cómo un
acuoso infierno de Dante se traga familias enteras, pongamos que en Hungría,
abandonad toda esperanza, o los trenes polacos se vuelven a llenar, ya no de
judíos, gitanos y rojos sino de otros innominados, qué más da. A cientos, a
miles, para allá marchando a nuevos campos de concentración. Por no haber
padecido suficiente. Los de la ONU deben tragar muchos fideos, deben estar
ensopándose de fideos todo el día mientras ven la televisión. Y el Papa, hasta
hace poco tan hablador, tampoco dedica versos al panorama. Será porque resulta
de mala educación predicar metafísica de lo trascedente con la boca llena. De
solomillo, con lo que pica la pimienta. El que ha largado todo un poema simbolista
sobre la familia del niño ahogado es un tal Peter Bucklitsch,
elegante político inglés de la derecha extrema. Le ha salido, todo hay que
decirlo, bastante flatulento, supongo que por hartura de algún revuelto de esa
execrable bazofia que, con mucha manteca de cerdo, acostumbran almorzar los
hijos de puta de la pérfida Albión. Lo copio a continuación esperando que no se
les atragante a ustedes el café con leche. O el bocadito de anchoas. Va: “El niño estaba bien vestido y bien
alimentado. Murió porque sus padres fueron codiciosos con la vida europea. La
cola está disparando los costos”. Ya ven, andan todos muy preocupados por la
economía, por los costos, por la codicia de los machacados, haciendo las
cuentas de la vieja: para ti 1350, para él 728, para aquellos 57 y para mí
ninguno, como Polonia, Hungría y Chequia. ¿Unión Europea? Así nos va, así va el
mundo, ya lo ven. Y es que la familia del niño gastaba mucho en acicalarlo, en
vestirlo, en darle de comer. Pura codicia, pasa siempre. También los sirios,
los afganos, los iraquíes, los libios, están viviendo pero que muy por encima
de sus posibilidades. Es más, en realidad tienen muy pocas posibilidades de
vivir. De ahí su envidia, su codicia, su gula, su avaricia: por eso se vienen a
Europa, porque quieren tener aire acondicionado y comer solomillo y sopa de
fideos. Como el señor Peter Bucklitsch pero sin sebo de cerdo. ¡Imperdonable! Y, claro, se nos
disparan los costos. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza a todos los
mandamases europeos, ellos, tan trascendentales en la cosa metafísica. Pero me
pongo vate para terminar. Con Lautremont: “Las victorias no se producen solas.
Es necesario derramar sangre, mucha sangre, para engendrarlas y depositarlas a
los pies de los vencedores. Sin los cadáveres y miembros esparcidos que se
observan en la llanura donde se ha realizado la juiciosa carnicería no habría
guerra. Y sin guerra no habría victoria”.
Ricardo Romanos
(Logroño 1947) Es actor
y director de teatro desde 1968. Escribe semanalmente la columna de opinión, La
ventana, en el periódico Diario de La Rioja.
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